sábado, 28 de mayo de 2011

Pero lo queremos todo


Ocurrió un domingo soleado junto a la fuente de Madre Tierra, sobre el asfalto seco de la capital, entre semáforos y señales prohibidas. Era 15 de mayo en Madrid pero no había muchas ganas de fiesta.

Por primera vez en muchos años Isidro no acudió a las Vistillas a comer vino y atiborrarse de tortilla, ni bailó el chotis que tanto le gusta. Esta vez sumó sus fuerzas a la causa y acudió a la plaza de Cibeles con su chaleco de cuadros, su boina calada y su clavel floreciente. Contagiado por la revolución se plantó en la calle Alcalá dispuesto a defender unas ideas latentes en el corazón de muchos.
                                                   
No estuvo solo Isidro. Miles de personas tomaron las calles de forma pacífica. Escribieron con letras del tesoro los mandamientos de una sociedad agonizante. Pancartas rezándole a la crisis. Cánticos contra una monarquía de postín. Banderas de otra época y pegatinas que escribían el futuro. 

Allí estaban todos. Niños, jóvenes y adultos. Trabajadores, becarios y desempleados. Almas nobles de corazón verdadero, demagogos ignorantes y hasta iletrados casticistas. Azules, morados, rojos, muy rojos e incluso amarillos abarrotaron las calles de toda España para exigir un cambio.

La iniciativa surgió hace ya tres meses de la misma forma que, según cuenta la leyenda occidental, se idearon las revueltas en los países africanos. A través de la redes sociales el colectivo Democracia real Ya consiguió aglutinar a personas de diferente ideología en torno a una única premisa: denunciar la corrupción política y hacer público nuestro descuerdo e inconformismo con un sistema fascista al que revierten de democracia y otras falacias.



Su grito no fue en vano, aunque desgraciadamente resonó demasiado lejos. Diferentes agrupaciones y asociaciones de diversa índole política escucharon los cantos de sirena y acudieron al envite. Attac, COP 57, Juventudes sin futuro también participaron en el movimiento social.

No se les veía pero algo se olía. Según avanzaba la marcha un tufo a política contaminaba el ambiente. Disfrazados con sus palestinas y sus barbas recortadas se apuntaron a la manifestación con el objetivo de conseguir rascar algún voto de cara a las elecciones autonómicas. ¡Cuánto más difícil es combatir la estupidez de algunos que la corrupción del gobierno!

El speaker de la tarde, confundido por el fervor popular, se abandonó a su suerte y se le escapó por el micrófono una petición absurda, un guante que espero y deseo nadie cogiera. Pidió deliberadamente el voto de los asistentes para cualquier agrupación política que no sea ni el PP ni el PSOE. Será que no es oro todo lo que reluce. 


Ingenuo de mí creí que la revolución era romántica, que surgía del corazón, que se movía por el sentimiento y que mataba por sus ideas. ¡Qué equivocado estaba! El levantamiento del 15 de mayo es reformista, no transgresor. Parchea el sistema, no lo rompe. Nada cambia entonces; mismos perros, similares collares, todos iguales.


Los “reform” que iniciaron el movimiento tienen los mismos intereses políticos que Rubalcaba en los años ochenta. Les mueve la codicia interior, su afán por alcanzar el trono, la avaricia. Pero ya les conocemos. Sabemos quienes son y a qué se dedican. Moran por los patios traseros del poder madrileño. Chapucean entre los turbios lodos de la corrupción como pez en el agua. Se fumaron la libertad social en los trasteros de una tabacalera abandonada. Son tiburones sociales capaces de  devorar, de un solo bocado, los sueños del pueblo.

Nadie sabe que deparará el futuro. Rumores oscuros, sombras violentas, fe y voluntad. España ha hablado, harta de tanta indignación. Los buitres políticos que esconden sus alas tras los movimientos sociales sobrevuelan ansiosos el kilómetro cero, ese mismo lugar en el que mucho tiempo atrás los comuneros comenzaron las revueltas contra Carlos I. La naturaleza es cíclica, la historia se repite y el destino no es más que un círculo vicioso sin salidas de emergencia.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Perro apaleado

Ni en sus mejores tiempos amistaba con los flashes. Tampoco se casó nunca con la fama, aunque dicen que es dado al buen vino y a las mujeres. Ha vivido siempre entre bambalinas, escondido tras las sombras de sus negocios, tapado. Lo suyo ha sido la política encubierta, el business underground de los modernos. Es un titiritero que maneja a su antojo los hilos de su partido político. Una cabeza engominada sobre un traje de Armani embaucando a sus compañeros, cazando gaviotas azules. Es de esa clase de personas por la que a veces siento vergüenza de la especie humana. Carroña.
Desconocido por el gran público, esconde sus cartas bajo el tapete. Sus apariciones en público han sido siempre escasas, puntuales. Es un hombre aislado por las obligaciones de su trabajo.  Recluido en su castillo de oro, jugando al monopoly, viendo el Padrino en 3D y ordenando que le llamen Don Vito.
Antes de saltar a la fama acudió a la boda de la hija de Aznar, en el Monasterio de El Escorial, donde se tomó la única instantánea pública disponible hasta la fecha. Fue fotografiado atravesando sediciosamente el patio de los Evangelistas, con el pelo rizado, la barba recortada y una mirada desafiante. Junto a él, una mujer eslava, mártir de la corrupción, beata del lujo y la codicia. Al fondo de la imagen unas rejas barruntaban lo que vendría después.
Francisco Correa es el último mito de la aznaridad, el enésimo oligarca corrupto que vende su alma al diablo y su oficio a la política para así llenar sus arcas. Sus trajes, como los de Francisco Camps, no tienen bolsillos. Su alma no tiene conocidos. Nadie se atreve a confesar su inocencia. Nadie le salva, a pesar de los regalos que invirtió en purificarse.
Sin estudios ni oficio ni benefició, empezó trabajando de botones en un hotel cercano a Príncipe Pío cuando contaba trece oscuras primaveras. Ahí comprendió su vocación, se le iluminó el áurea y decidió hacer negocio con el ocio ajeno. 
En 1996 su vida dio un vuelco radical. Tras el fracaso de FCS, su primera empresa, decidió instaurar Special Time, mediante la que organizaba actos políticos del Partido Popular. Servía copas, mostraba orgulloso su sonrisa clínicamente dentada, ofrecía canapés y limpiaba bigotes.  No tenía despacho pero conocía los misterios de la noche, dominaba el arte de la seducción, a la que unía un pico de oro y el soporte de su mujer, o mejor dicho, de su suegro, el constructor Emilio Rodríguez Bugallo. La ascensión hacia el dorado resultaba cuestión de tiempo. Era un hombre querido por las altas instancias de un partido que, por aquel entonces, ocupaba plácidamente la Moncloa. 
Sus ansias de poder, su vanidad, su soberbia y su poca humanidad eran tan del agrado del presidente de gobierno que pronto comenzó a ascender peldaños en dirección a una caída para la que todavía faltaban varios años. Con el nuevo siglo, fue ganando amistades, instaurando un círculo vicioso del que todos querían formar parte.  Y así alcanzó la cúspide de la calle Génova. En 1999 el matrimonio de convivencia entre Francisco Correa y José María Aznar era la comidilla en la corte de los populares, la unión ya era real, un hecho.
Sin embargo, la verdad salió a la luz y todos comprobamos in situ que su castillo no era de oro, sino de arena y por esa razón se deshizo con los primeros deshielos de 2009. Comenzó a salir su foto en los periódicos, su nombre sonaba  a todas horas en las emisoras de radio, su imagen de soldado derrotado abría los informativos nacionales. Pobre Paquito. Tú que tanto repudiabas esa mala vida; tú que habías sido tan listo, tan pulcro, tan cuidadoso con los detalles y la miseria humana; tú que eras inalcanzable para los mortales, de repente te veías en lo más bajo, apaleado, lejos de tu chalet en Sotogrande
Y ahora que estás con los huesos en la cárcel, pasando frío y sorbiendo la sopa boba ves como tus amigos te dan la espalda. Seguro que echas de menos las pieles de Ritá barberá, la laca de Esperanza Aguirre, e incluso las sesiones de spinnin con tu amigo Ansar. Pero, por encima de todo, seguro que añoras la condición de libertad, esa misma que robaste a tantos españoles y por la que ahora te consumirás en la sombra dos años más. ¡Pero qué bien estás entre rejas!

jueves, 19 de mayo de 2011

Nubes negras

Todo nace de una mente diabólica capaz de engendrar un mal endémico que pervierta la obnubilada mente de la sociedad. Conjeturas de los medios de comunicación, testimonios falsificados, personas sufriendo en las puertas de embarque, políticos capaces de engañar a sus votantes; todo vale con tal de mantener el poder. Zapatero es el príncipe, pero de Maquiavelo y los controladores aéreos, los títeres que ocultan el problema, la cortina de humo que impide que surja la verdad a la luz.

Han pasado más de cinco meses desde que se produjera la polémica huelga de los controladores aéreos y, de momento, nadie se atreve a contar la verdad de los hechos. Todo es confusión, crispación y un odio generalizado hacia un gremio, el de los controladores, que es víctima de la mala gestión del gobierno.
La gente se lleva las manos a la cabeza, escandalizada al ver como un empleado que gana hasta 200.000 euros al año, se niega a trabajar. No hay derecho pensarán algunos, pero sí lo hay y razones de peso que justifican su conducta. El caso gürtel es un juego de niños comparado con el conflicto de los controladores.
La compañía AENA ofrecerá un nefasto servicio de atención al cliente, quizás cuestiones el graduado escolar de la muchacha con chaleco y flequillo recortado que te observa atónita tras un mostrador de Barajas. Pero AENA es algo más, es mucho más.  Hasta la llegada del último gobierno a Moncloa, la empresa siempre había generado grandes beneficios, que le permitían costear la construcción de todos los aeropuertos. Vamos, que los españoles nunca hemos puesto un céntimo de nuestro bolsillo, ya que AENA se financia gracias a las ganancias provenientes de las compañías aéreas que sobrevuelan el territorio nacional.
Además, la red de aeropuertos nacionales es propiedad pública, lo que significa que es patrimonio de todos los españoles, o por lo menos así ha sido hasta la fecha. Y todos somos todos. No un ejecutivo amedrentado por la caótica situación, dispuesto ha deshacerse de una de las empresas estatales más solventes del siglo XXI; porque los socialistas han logrado crear, en pleno cielo español, un agujero negro por inversiones en infraestructuras de casi 13.000 millones de euros. Sin embargo, ellos miran hacia otro lado, señalan con el dedo al primero que pasa y esconden el rabo entre las piernas cuando confiesan que los intereses de esa deuda alcanzan ya los 800.000 euros diarios.
Como siempre, descubrieron demasiado tarde la nube negra. Esta vez sus amigos más íntimos no podían acudir al rescate. Del montante total de la deuda, una cuarta parte fue financiada por bancos extranjeros, mientras que las entidades españolas, para mantener su liquidez a flote, emitieron deuda y obligaciones en el mercado internacional. Era la llamada de los lobos, que devoraron al lince ibérico.
Las corporaciones estadunidenses y del Reino Unido olieron la sangre e iniciaron acciones para asumir la deuda de AENA. Sigilosamente se acercaron a la presa. Diseñaron “Planes de Actuación” y esbozaron una hoja de ruta para conseguir la gestión de los aeropuertos nacionales y evitar así el ridículo público de un embargo internacional que supondría el fin del actual gobierno. Y todo ello de manera legal, sin trampa ni cartón.
El plan para la privatización del sistema aeroportuario está en marcha, es imparable. La idea es que con el dinero de los contribuyentes (Todos los ciudadanos españoles) se gestione el control de los aeropuertos menores o, dicho de otro modo, no rentables. De momento, los inversores extranjeros se reservan la mayor parte del pastel, el paquete accionarial de los grandes aeropuertos rentables. En este epíteto, el gobierno esconde una carta a favor de los nacionalistas, quienes, a cambio de unos votos, recibirían el control de El Prat. De película, pero de terror.
Para capear el temporal y desviar la atención, el gobierno echa pestes en vez de sal gorda sobre las pistas de aterrizaje. Dispone a la opinión pública en contra de un colectivo que ha tenido los bemoles suficientes para plantarse ante las cámaras, anudarse la corbata y denunciar a unos políticos que pretenden tapar su agujero negro con recortes laborales. No hay derecho. Además de incompetentes, mentirosos.
Se presenta ante las cámaras como un salvador. El héroe que se enfrentó al enemigo y salvó al pueblo. Hay José, José, José, que no todos los días son fiesta, aunque para ti lo parezca. El ministro de Fomento se cuelga medallas y lazos florales mientras cuenta historias para no dormir. En el año 2009, allá por el mes de abril, el sindicato de los controladores ofreció a la comisión “negociadora” de AENA reducirse sus propias retribuciones en un 25 por ciento menos, algo que fue rechazado “por no considerarlo interesante”, tal y como consta en acta. ¿No era esa la cantidad que Superpepiño quería quitarles? Que cortitas son las piernas de la mentira. No has hecho nada por los españoles, nos has impuesto nada y no has defendido más que tus propios intereses, San José.
No sé en qué acabará todo este enredo, aunque imagino que perderán los mismos  y ganaran los de siempre. Los controladores seguirán aguantando el foco mediático bajo su cogote, mientras los políticos dan bandazos en su avioneta particular, virando el rumbo de la realidad. Los gigantes extranjeros se asentarán sobre el terreno, fumarán en pipa y mirarán al cielo. El techo azul que ahora vemos ya no será de los españoles. El apocalipsis aéreo ha llegado.